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Gobierno de Venezuela reinterpreta la historia del país sin tapar sus intenciones


El Centro Nacional de Historia fue una creación del fallecido expresidente de Venezuela Hugo Chávez en 2007.
El Centro Nacional de Historia fue una creación del fallecido expresidente de Venezuela Hugo Chávez en 2007.

A través de Twitter, el presidente venezolano Nicolás Maduro ratificó la misión del Centro Nacional de Historia, una institución nacida en tiempos del fallecido expresidente Hugo Chávez para promover y usar un pasado nacional acorde al interés de la Revolución bolivariana.

Los gobiernos de Hugo Chávez y ahora de Nicolás Maduro en Venezuela se han caracterizado, entre otras, por apelar al pasado para legitimar y consolidar la República Bolivariana. Esas apelaciones se han centrado en la figura del libertador Simón Bolívar, y en general en las personas y episodios más destacados de la independencia y formación del país.

Como parte de esa política, Chávez ordenó crear el Centro Nacional de Historia (CNH) mediante el decreto 5.643 del 18 de octubre de 2007. El entonces presidente inició ese año un tercer mandato marcado por el gobierno por decreto y la modificación de las instituciones acorde a la nueva Constitución de 1999.

El CNH quedó adscrito así al Ministerio del Poder Popular para la Cultura con una misión que Maduro reconfirmó al saludar al organismo vía Twitter por su decimocuarto cumpleaños:

Esa “batalla por la verdad” por una “nueva historia insurgente y emancipadora de la Venezuela rebelde” se corresponde con el mandato oficial del CNH. Sin embargo, aunque la propia misión involucre y rescate hechos, personas y procesos reales, también conlleva engaños relacionados con su uso explícito e interesado de la historia.

De batallar por la verdad a instaurar una propia

Ante la falta de acceso y de información pública a través de los canales oficiales venezolanos, incluida la web (caída) del CNH, parte de la información sobre el organismo la recogen las memorias disponibles del Ministerio de Cultura.

El documento oficial de 2012, por ejemplo, repasa sus competencias después de un cambio de estatutos el año anterior. La primera, “impulsar las políticas del Estado Revolucionario Bolivariano destinadas a liberar la conciencia histórica y fortalecer la identidad nacional y nuestroamericano [sic] para la construcción de la patria socialista”.

Las otras dos son “promover e impulsar la investigación, conocimiento y difusión de los bienes culturales de carácter histórico [...], con énfasis en aquellos no reconocidos ni registrados”, y “ejercer, patrocinar e incentivar todas las acciones, actividades y proyectos afines con la historia de Venezuela”.

La memoria de 2014 también resume las labores y presupuestos del CNH de ese año, que incluyen seminarios, manejo de museos, publicaciones y programas de formación. Para ello, el documento introduce que el Centro “tiene la responsabilidad de contribuir con el proceso de transformación espiritual de la sociedad [...] desde una visión crítica, que impulse la reflexión y que rescate los valores del hombre nuevo del siglo XXI”.

Por tanto, y como explicó su director Alexánder Torres el pasado 13 de octubre a la oficialista Venezolana de Televisión, el chavismo ha tenido la intención abierta de darle un determinado carácter político a la historia, sobre todo la independentista, al involucrarla en la actualidad nacional:

Frente a ello, los historiadores venezolanos que no comparten la versión oficialista del pasado se han visto perjudicados. “El CNH es un organismo paralelo para anular a la Academia Nacional”, afirma Ángel Rafael Lombardi Boscán, director del Centro de Estudios Históricos de la Universidad del Zulia. Fundada en 1888, la Academia Nacional de la Historia de Venezuela reúne desde entonces a los investigadores más prestigiosos de la materia en el país.

Si bien asegura que los gobiernos recientes no han intervenido políticamente en las universidades públicas como sí lo ha hecho en términos de presupuesto, esa medida junto al resto del aparato estatal ha acorralado a la investigación independiente. “Nos están censurando y nos estamos autocensurando”, cuenta a la Voz de América.

Para Lombardi Boscán, ganador del Premio Nacional de Historia de la Academia en 2007, mientras sus historiadores procuran “acercarse al pasado de una forma profesional”, “como ciencia”, el CNH se presta para “justificar ideológicamente un presente comprometido con el proyecto del régimen actual”, “como propaganda” y “arma política”. De hecho, el Gobierno creó en 2017 un premio propio que entrega el CNH.

Con esa visión coincide Inés Quintero, exdirectora e individuo de número de la Academia. Quintero se ha dedicado a investigar, entre otras, el “uso político de la historia en la Venezuela de Chávez y Maduro”, como se tituló una conferencia suya de 2018 en el Centro de Estudios Públicos de Chile:

En esa conferencia, igual que en su discurso ante la Academia Mexicana de Historia ese año, la investigadora recordó que si bien la figura de Bolívar llevaba en la política, sociedad y estudios históricos de Venezuela desde que él mismo vivía, Chávez la utilizó para romper con el pasado inmediato y refundar la República a la luz de ese referente histórico.

Esto lo muestran desde el Movimiento Revolucionario Bolivariano 200, su plataforma cívico-militar en los años ochenta y noventa en honor a los dos siglos del nacimiento de Bolívar; pasando por el preámbulo y el artículo 1 de la Constitución de 1999, que mencionan tanto la refundación como al libertador, hasta el despliegue político y mediático reciente.

El pasado como actualidad

Ese uso latente de la historia, en este caso para reivindicar una versión y un presente anticolonialista, no ha sido ni mucho menos exclusivo del chavismo. “No solo en Latinoamérica, sino en el mundo, el pasado ha sido decisivo en el ejercicio del poder”, explica a la Voz de América el historiador y docente colombiano Felipe Arias Escobar.

Dictaduras como la Italia fascista, la Alemania nazi o la Unión Soviética, pero también los países latinoamericanos entre el siglo XIX y primera mitad del XX con las “historias patrias” desde las Academias, promovieron un pasado y su estudio al servicio del proyecto nacional.

El profesor de Historia de la Historiografía de la Universidad de Navarra, Francisco Javier Caspistegui, también destaca que el fenómeno “no es tan extraño en la actualidad”. Por ejemplo, en el caso de Polonia, “desde el Estado se ha promovido toda una iniciativa por la cual queda prohibido hacer referencia a la participación polaca en el exterminio [de la Segunda Guerra Mundial]”.

Asimismo, alude a los países de Europa del Este en general, donde ha habido iniciativas “que tratan de considerar que el periodo comunista fue una imposición por parte de la Unión Soviética”, y no también una propia. “Esa reinterpretación del pasado se está produciendo a muchos niveles y se está convirtiendo en un fenómeno generalizado, asegura, en referencia no solo a nivel geográfico, sino de medios de comunicación.

Lea también: Los retratos de Chávez y Bolívar enmarcan las rencillas parlamentarias en Venezuela”

Para Arias Escobar, no se percibe inédito, pero sí extraño que hoy en Latinoamérica el pasado construido desde la academia pueda ser “muy diferente al que se construye desde el Estado, las nuevas ciudadanías o las diferentes tendencias políticas”. En esa línea, piensa que el caso venezolano reciente es “comparable” con las historias patrias “en el sentido de que se está construyendo una versión particular del pasado desde el poder”.

No obstante, “en la investigación histórica no existe la objetividad”, recuerda, coincidiendo con Lombardi Boscán, quien habla de la “probidad”. Desde su experiencia también como divulgador en medios públicos de Colombia, considera “bienvenidas todas las iniciativas en el marco de una diversidad”, pero “problemático” que se pretenda “investir de verdad esa producción que el Estado venezolano ha desarrollado dentro de la Revolución bolivariana”.

Un ejemplo de ello es la comisión de la verdad que Maduro propuso en la festividad del 12 de octubre para investigar la conquista y colonización española, de la que podrían salir contradicciones en torno a la independencia y la figura del propio Bolívar.

El libertador, Chávez y Maduro

También ha habido investigadores extranjeros sobre el caso venezolano en la última década.

Por ejemplo, la revista Diálogos de Saberes publicó en 2012 el artículo La reconstrucción de la nación y la lucha por la memoria histórica en Venezuela, parte de la tesis de la doctora en Ciencias Sociales, Martha Lucía Márquez. En su análisis, Márquez asegura que el Gobierno de Chávez buscaba “reescribir la historia y transmitir su versión de la misma a la población para crear una nueva memoria histórica”.

Enseguida, el artículo recuerda cómo esa pretensión desencadenó “un duro enfrentamiento con el grupo de historiadores profesionales reunidos en la Academia Nacional de Historia”. De ahí que Inés Quintero contara en la conferencia de 2018 en Chile que esa “vocación de resistencia a la instrumentalización del pasado” la había inspirado para investigar el uso político que el chavismo le ha dado a la historia.

Márquez, ahora directora del Centro de Investigación y Educación Popular de Colombia, concluía entonces, por un lado, que Chávez pudo expandir el discurso de nación bolivariano desde que las protestas y represión del Caracazo de 1989 rompieron el relato predominante en el país desde los años treinta. Por otro, sostiene que ese discurso histórico nacionalista no se funda en un “pacto de verdad” con sus receptores.

El artículo Usos del pasado y guerra de las memorias en la Venezuela de la “Segunda Independencia” de la historiadora francesa Frédérique Langue, que Polis, Revista Latinoamericana publicó en 2013, va en ese sentido. Langue se centra en cómo el Gobierno reforzó la narrativa bolivariana de cara al bicentenario de la independencia de 2010 y 2011, ya no de España, sino de Estados Unidos, incluida la exhumación del cadáver de Bolívar.

Para ello, la académica del Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia habla en su artículo de una “guerra de las memorias” que en un punto se empezó a apoyar en el Centro Nacional de Historia. El propio CNH ha dado cuenta de ello, por ejemplo, en su Revista Memorias, donde ha vinculado el pasado independentista con un presente oficialista.

Ya sin Hugo Chávez, fallecido en 2013, el Gobierno de Nicolás Maduro ha mantenido la narrativa e imagen bolivariana y chavista de cara al país, pero con matices. El argentino Carlos Malamud, investigador principal sobre América Latina del Real Insituto Elcano español, lo resumió en mayo en una conversación con el diario venezolano El Nacional a propósito de su libro reciente El sueño de Bolívar y la manipulación bolivariana.

Malamud, que para el libro estudió el pensamiento del libertador y sus usos políticos desde el siglo XX, aseguró que mientras Chávez quería parecerse a Bolívar, Maduro ha querido parecerse a Chávez, con lo cual cambió la prioridad del culto del uno al otro. Desde entonces, la producción del Centro Nacional de Historia y la comunicación del Gobierno relacionada con la historia no solo se ha centrado en el pasado venezolano de otros siglos para vincularlo con el presente, sino también en la representación del propio Chávez.

Ahora, el Ejecutivo vuelve a hacer un mayor uso de la retórica bolivariana y anticolonialista rumbo a las elecciones regionales del próximo 21 de noviembre. Los comicios van marcados de momento por la ruptura reciente del proceso de negociación con la oposición en México tras la extradición desde Cabo Verde a Estados Unidos del empresario oficialista Alex Saab, y de la otra inminente desde España del exjefe de inteligencia, Hugo el Pollo Carvajal.

El pasado 13 de octubre, en su entrevista ​con Venezolana de Televisión, Alexander Torres justificaba la labor del CNH en el auge de la política de la que forma parte frente a los estudios académicos tradicionales. Para ello, curiosamente, también dijo que “la historia no es una y el relato no es único, y con todo relato debemos tener cierta desconfianza porque lo escribe alguien desde un lugar de poder”, como el que ahora ostenta el propio Centro.

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