EE.UU. una vez más trata de acercarse y limar asperezas con el gobierno de Brasil.
El vicepresidente Joe Biden extendió nuevamente una invitación a la presidenta de Brasil Dilma Rousseff el pasado 13 de febrero, pero todavía no se ha escuchado una respuesta que de ser positiva sería el primer paso para restablecer la relación bilateral resquebrajada por revelaciones de espionaje.
Washington presentó dos propuestas a la presidenta Rousseff que consisten en recibirla durante una visita de Estado en 2016 o programar una reunión de trabajo y de alto nivel, aunque menos formal para este año.
El gobierno de Brasil todavía no ha respondido, pero se espera que Rousseff anuncie su decisión al presidente Barack Obama cuando se reúnan en el marco de la VII Cumbre de las Américas.
De aceptar la invitación, la visita de Rousseff sería la primera visita de Estado de un presidente Brasileño desde hace más de 20 años. La última la realizó el ex presidente Fernando Henrique Cardoso en 1995.
Pese a que continuaron las relaciones comerciales entre EE.UU. y Brasil, la condición de aliados se debilitó cuando Rousseff canceló una visita de Estado en 2013 al enterarse que la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA, por sus siglas en inglés) espiaba sus comunicaciones personales.
Según los analistas una visita a Washington de Rousseff sería conveniente en momentos donde su popularidad ha descendido en un 13 por ciento por un gigantesco escándalo de corrupción en la petrolera estatal Petrobras y por un estancamiento de la economía sumado a una inflación en alza que ha lanzado al pueblo a las calles en consecutivas protestas.
