Rousseff propuso hacer frente a los desafíos planteados por los manifestantes en temas como una mejor educación, salud y transporte público.
Mientras Brasil todavía vive la euforia de la victoria obtenida por la selección nacional de fútbol en la Copa Confederaciones con una histórica goleada ante España por 3 a 0, la presidenta Dilma Rousseff se sumó al buen estado de ánimo que expresan los brasileños para invitar a los activistas a trabajar juntos para superar los problemas del país.
Una vez culminada la competencia futbolística que desató masivas protestas en Brasil por lo que consideraron como un excesivo e innecesario alto gasto público, la mandataria hizo un llamado a la unidad y propuso “unirnos y buscar soluciones rápida y concretas”.
Durante las últimas semanas Brasil vivió una suerte de protestas similares a las que provocaron la “primavera árabe”, aunque las mismas se producen a la entrada del invierno austral y como respuesta a lo que muchos activistas consideran exagerados gastos en infraestructura innecesaria para la Copa del Mundo de 2014 y las Olimpíadas de 2016.
Sin embargo Rousseff propuso hacer frente a los desafíos planteados por los manifestantes en temas como una mejor educación, salud y transporte público, trabajando en forma conjunta, según dijo en su programa radial semanal Café con la Presidenta.
"Si hay mucha cosa por mejorar en el país, ¿por qué no lo hacemos juntos, sumando esfuerzos sin dispersión?", preguntó a modo de propuesta la mandataria.
Rousseff ha intentado calmar las críticas sosteniendo reuniones con movimientos sociales y sindicatos, así como también con alcaldes y gobernadores estatales, buscando generar una amplia agenda de trabajo.
Las manifestaciones en Brasil se produjeron en más de un centenar de ciudades, con picos de activismo en la capital Brasília, y otras ciudades importantes como Recife. Rousseff expresó su apoyo desde el comienzo y dijo que parte de su “obligación como gobernante es escuchar al pueblo y transformar los reclamos en realidad”.
De todas formas el gobierno de Dilma Rousseff se ha visto afectado en su imagen pública, al punto de que su aprobación cayó de un 57% de apoyo a comienzos de junio a un 30% en la actualidad.
Las protestas se han ido diluyendo a medida que el torneo de fútbol avanzaba y Brasil se clasificó a la final. Las movilizaciones llegaron a involucra a más de 1 millón de personas, pero el domingo antes de la final en el estadio Maracaná de Río de Janeiro, apenas 8 mil personas manifestaron contra lo que consideran un exceso de gasto público en un asunto que no consideran prioritario para el país.
Una vez culminada la competencia futbolística que desató masivas protestas en Brasil por lo que consideraron como un excesivo e innecesario alto gasto público, la mandataria hizo un llamado a la unidad y propuso “unirnos y buscar soluciones rápida y concretas”.
Durante las últimas semanas Brasil vivió una suerte de protestas similares a las que provocaron la “primavera árabe”, aunque las mismas se producen a la entrada del invierno austral y como respuesta a lo que muchos activistas consideran exagerados gastos en infraestructura innecesaria para la Copa del Mundo de 2014 y las Olimpíadas de 2016.
Sin embargo Rousseff propuso hacer frente a los desafíos planteados por los manifestantes en temas como una mejor educación, salud y transporte público, trabajando en forma conjunta, según dijo en su programa radial semanal Café con la Presidenta.
"Si hay mucha cosa por mejorar en el país, ¿por qué no lo hacemos juntos, sumando esfuerzos sin dispersión?", preguntó a modo de propuesta la mandataria.
Rousseff ha intentado calmar las críticas sosteniendo reuniones con movimientos sociales y sindicatos, así como también con alcaldes y gobernadores estatales, buscando generar una amplia agenda de trabajo.
Las manifestaciones en Brasil se produjeron en más de un centenar de ciudades, con picos de activismo en la capital Brasília, y otras ciudades importantes como Recife. Rousseff expresó su apoyo desde el comienzo y dijo que parte de su “obligación como gobernante es escuchar al pueblo y transformar los reclamos en realidad”.
De todas formas el gobierno de Dilma Rousseff se ha visto afectado en su imagen pública, al punto de que su aprobación cayó de un 57% de apoyo a comienzos de junio a un 30% en la actualidad.
Las protestas se han ido diluyendo a medida que el torneo de fútbol avanzaba y Brasil se clasificó a la final. Las movilizaciones llegaron a involucra a más de 1 millón de personas, pero el domingo antes de la final en el estadio Maracaná de Río de Janeiro, apenas 8 mil personas manifestaron contra lo que consideran un exceso de gasto público en un asunto que no consideran prioritario para el país.