Los “garage sale”, conocidos en español como “venta de garaje” representan toda una tradición en la vida de los estadounidenses.
Abril, el cuarto mes del año, tiene en su nombre un significado que proviene de la época del año que atraviesa el hemisferio boreal, cuando la primavera inunda todo y las flores se abren. Abril es abrir.
En Estados Unidos abril es el mes donde además de las flores se abren los garajes, áticos, armarios, sótanos y cuanto escondite las casas pueden tener, y donde las familias suelen acumular los productos de una economía que en más del 70% se basa en el consumo.
Lo que ocurre luego es una mala adaptación de la frase que acuñara el químico francés Antoine Lavoisier sobre la ley de conservación de la materia. En este caso, “nada se gana, nada se pierde, todo se vende”.
Los “garage sale”, conocidos en español como “ventas de garaje” y sus variaciones, los “yard sale” (ventas de jardín), “estate sale” cuando lo que se vende es todo lo que está dentro de la casa, e incluso los “condo sales” cuando se hacen dentro de los edificios; y hasta los “block sale” o “multifamily sale”, cuando varias familias en una cuadra hacen ventas conjuntas, representan toda una tradición en la vida de los estadounidenses.
Obviamente, la tradición adquiere más significado probablemente en los estados del norte del país, donde el invierno es muy frío, incluye grandes nevadas y la primavera marca un cambio de estación significativo. En el sur, muchas veces hay que adaptarse al clima, tratando de escapar al calor de los meses de verano.
Pero lo que ocurre desde abril hasta julio y a veces agosto, es una tentación para los buscadores de "tesoros", los compradores oportunistas, aquellos que disfrutan de las ofertas o hasta para los que salen a un simple paseo en un sábado por la mañana.
Es inimaginable la lista de c
osas que se pueden encontrar en una venta de jardín.
Un viejo tocadiscos en una condición inmaculada y funcionando. Discos, los LP de vinilo de aristas de todo el mundo. Libros, arte, raquetas de tenis casi sin uso, ollas nuevas, electrodomésticos en sus cajas y nunca usados, peluches medio maltratados pero bienqueridos, ropa que a veces viene con la etiqueta porque nunca fue usada, y la nómina sigue.
En particular la música, el arte y los libros a la venta dicen mucho sobre las familias que venden. Sus gustos, sus intereses, y hasta parte de la historia familiar. Es una forma de mirar y aprender rápidamente sobre quienes componen el vecindario y hasta son buenos disparadores de conversaciones sumamente amenas.
Todo se negocia, todo se vende a un precio razonablemente bajo o incluso ridículamente bajo.
Los “cazadores de ventas de garaje” abandonan rápido un jardín cuando ven que el
dueño ha puesto precios “inexplicablemente altos”.
De esa forma, lo que alguien no quiere, es un tesoro para otros, o algunas cosas indefectiblemente terminan en otro garaje hasta la próxima primavera, la siguiente o quizás pasen muchas primaveras hasta que alguien las encuentre y las vuelva a vender.
El fenómeno ya se ha comenzado a extender a Latinoamérica, aunque menos familiar, más estructurado a través de compañías que los organizan y sin la limonadas que los niños de las familias en Estados Unidos vende a 50 centavos de dólar el vaso, o las tradicionales cookies de chocolate que alguien siempre horneará.
La frase que todos repetimos cuando nos vemos absorbidos por el torbellino de las ventas de garaje es que “no preciso nada”. Pero, indefectiblemente, al regreso el baúl del auto vendrá cargado de todo lo “innecesario”, muchas anécdotas escuchadas de las familias que venden en sus garajes, negociaciones y la segura convicción de que el próximo sábado, volveremos a hacerlo.
En Estados Unidos abril es el mes donde además de las flores se abren los garajes, áticos, armarios, sótanos y cuanto escondite las casas pueden tener, y donde las familias suelen acumular los productos de una economía que en más del 70% se basa en el consumo.
Lo que ocurre luego es una mala adaptación de la frase que acuñara el químico francés Antoine Lavoisier sobre la ley de conservación de la materia. En este caso, “nada se gana, nada se pierde, todo se vende”.
Obviamente, la tradición adquiere más significado probablemente en los estados del norte del país, donde el invierno es muy frío, incluye grandes nevadas y la primavera marca un cambio de estación significativo. En el sur, muchas veces hay que adaptarse al clima, tratando de escapar al calor de los meses de verano.
Pero lo que ocurre desde abril hasta julio y a veces agosto, es una tentación para los buscadores de "tesoros", los compradores oportunistas, aquellos que disfrutan de las ofertas o hasta para los que salen a un simple paseo en un sábado por la mañana.
Es inimaginable la lista de c
Un viejo tocadiscos en una condición inmaculada y funcionando. Discos, los LP de vinilo de aristas de todo el mundo. Libros, arte, raquetas de tenis casi sin uso, ollas nuevas, electrodomésticos en sus cajas y nunca usados, peluches medio maltratados pero bienqueridos, ropa que a veces viene con la etiqueta porque nunca fue usada, y la nómina sigue.
En particular la música, el arte y los libros a la venta dicen mucho sobre las familias que venden. Sus gustos, sus intereses, y hasta parte de la historia familiar. Es una forma de mirar y aprender rápidamente sobre quienes componen el vecindario y hasta son buenos disparadores de conversaciones sumamente amenas.
Todo se negocia, todo se vende a un precio razonablemente bajo o incluso ridículamente bajo.
Los “cazadores de ventas de garaje” abandonan rápido un jardín cuando ven que el
dueño ha puesto precios “inexplicablemente altos”.
De esa forma, lo que alguien no quiere, es un tesoro para otros, o algunas cosas indefectiblemente terminan en otro garaje hasta la próxima primavera, la siguiente o quizás pasen muchas primaveras hasta que alguien las encuentre y las vuelva a vender.
El fenómeno ya se ha comenzado a extender a Latinoamérica, aunque menos familiar, más estructurado a través de compañías que los organizan y sin la limonadas que los niños de las familias en Estados Unidos vende a 50 centavos de dólar el vaso, o las tradicionales cookies de chocolate que alguien siempre horneará.
La frase que todos repetimos cuando nos vemos absorbidos por el torbellino de las ventas de garaje es que “no preciso nada”. Pero, indefectiblemente, al regreso el baúl del auto vendrá cargado de todo lo “innecesario”, muchas anécdotas escuchadas de las familias que venden en sus garajes, negociaciones y la segura convicción de que el próximo sábado, volveremos a hacerlo.