Al final de invierno del año pasado, después de 13 años de vagar por las calles y refugios de la capital de Estados Unidos, a Maureen Brosnahan se le concedió un pequeño apartamento sin condiciones.
Ahora no tendrá que volver a hacer frente a las noches heladas tumbada en las aceras y cubierta de sábanas y plásticos, o arrimándose a otros para protegerse de los ladrones y psicópatas que se aprovechan de los vagabundos.
“Siempre piensas que algo mejor va a suceder, y para mí ha sido así”, explica desde la habitación 16 de un edificio dirigido por Vivienda Brazos Abiertos, una organización local sin ánimo de lucro que aloja a mujeres sin hogar.
“No te echan hasta que estás dentro por un año o así, y entonces es como ‘¡bum!, estoy adentro’… y ya no tienes que ir a la iglesia para ducharte”.
Brosnahan, de 53 años, es una de los cientos de mujeres en todo Estados Unidos que se han mudado a una residencia en los últimos años como parte de un nuevo acercamiento que los voluntarios creen que podría terminar con los sin hogar en una década.
La estrategia de ‘acogida primero’ apela a identificar a la gente que está cerca de morir en las calles –drogadictos, enfermos mentales y otros vagabundos con enfermedades crónicas y de salud–, e inmediatamente son trasladados a sus propios apartamentos.
Tal vez el programa más ambicioso es el de la campaña de las 100.000 viviendas, un esfuerzo nacional que comenzó en Nueva York para tratar de erradicar el movimiento sin hogar, ofreciendo casas a 100.000 personas en 2013.
Desde su lanzamiento formal el pasado julio, la canpaña ha alojado a más de 7.200 personas, incluyendo a más de 1.000 solamente en Washington, con un porcentaje de permanencia del 90%.
Por debajo de los tradicionales programas de refugio federales, donde los candidatos deben esperar una lista de años, y son expulsados de los hogares por consumo de drogas y otros delitos, el proceso ofrece esperanza a los más vulnerables.
“La gente que consigue ahora subsidios federales para conseguir alojamiento en DC es gente que puede esperar cinco, seis, siete años, y tienen que tener una dirección”, explica Linda Kaufman, la coordinadora de la costa Este de la campaña de las 100.000 viviendas.
El primer acercamiento de ‘acogida primero’, en contraste, contempla alojamiento permanente y servicios de apoyo como prerrequisitos para la cura de otras enfermedades entre los sin hogar.