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América Latina continúa luchando contra la malaria


ARCHIVO - Mosquito del género anófeles obtiene sangre a través de la picadura a un humano.
ARCHIVO - Mosquito del género anófeles obtiene sangre a través de la picadura a un humano.

Mientras América Latina se recupera de la pandemia de COVID-19, expertos advierten que no hay que dejar de batallar contra la malaria, una enfermedad infecciosa que registra un gran número de casos en países de la región, como Venezuela, Colombia y Brasil.

La pandemia de COVID-19 provocó grandes estragos en América Latina y el Caribe, lugares descritos por la Organización de Naciones Unidas (ONU) como “una de las regiones más afectadas” por el virus. Mientras, expertos recomiendan no bajar la guardia ante enfermedades como la malaria, afección que según la Organización Mundial de la Salud (OMS) provoca alrededor de 627.000 muertes al año.

“Se necesita una acción urgente para volver a encaminar la respuesta mundial a la malaria y la responsabilidad del desafío está en manos de los países más afectados por la enfermedad”, defiende en su portal la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la cual en las Américas registró un aumento de casos en Perú, Panamá, Nicaragua y Venezuela.

“En la región de las Américas, 18 países de 37 Estados miembro de la OPS tienen transmisión autóctona por malaria”, comentó a la Voz de América el doctor Guillermo Gonzálvez, asesor de la organización.

Precisamente Venezuela es uno de los países que más preocupa a la comunidad científica, junto a Brasil y Colombia, puesto que en la actualidad estas tres naciones concentran más de 77 % de los casos de la región.

Curiosamente, en el año 1961 Venezuela fue el primer país del mundo certificado por la Organización Mundial de la Salud por haber eliminado la malaria. Gracias a la escuela de malariología impulsada por el doctor Arnoldo Gabaldón, la nación se convirtió en una fuente de aprendizaje para médicos del mundo.

Sin embargo, con la llegada de la crisis económica, política y social, expertos denuncian que se dejaron de lado los programas de prevención y control, y el paludismo volvió al país, especialmente en zonas como Bolívar o Amazonas.

“Con el paso del tiempo, hacia el año 2000 empiezan a aumentar los casos. El año 2018 fue el pico más grande de los casos, se superaron los 500.000 casos. De hecho, cifras suboficiales hablan de 1 millón de casos en un año”, dice el doctor David Forero, investigador de la Universidad Central de Venezuela.

Para algunos, contagiarse de malaria en varias ocasiones es una situación habitual: “A mí me ha dado 3 veces”, dijo a la agencia AFP la venezolana Luz Martínez.

Aunque los expertos destacan que el territorio venezolano se convirtió en un foco relevante para la propagación de la malaria en América Latina, sostienen que la pandemia de COVID-19 redujo los casos, especialmente a causa de las restricciones relacionadas con la minería, una actividad considerada de alto riesgo no sólo porque los mineros trabajan bajo condiciones inhumanas, sino también porque los pozos de las minas son uno de los grandes focos de proliferación del mosquito que transmite el paludismo.

“Hubo una reducción del 50 % del 2019 al 2020 (…) Muy pocas personas podían permitirse el combustible para moverse en las minas y moverse entre la ciudad”, subraya el doctor Forero.

No obstante, otros países de la región se encuentran en una situación muy diferente. En 2022, la OPS certificó la ausencia de paludismo en El Salvador. Anteriormente, Paraguay y Argentina también fueron descritos como libres de malaria por la institución.

“Para que un país sea candidato a ser certificado por la OMS tiene que tener por lo menos tres años con una búsqueda activa intensa sin encontrar casos autóctonos en su territorio” explica el doctor Gonzálvez.

¿Cuál es la situación de la malaria en otras regiones?

La región con una mayor carga de malaria es el continente africano. El 93 % de los casos a nivel mundial se registran en África.

Los últimos datos de la OMS indican que en 2020 Nigeria, República democrática del Congo, Tanzania y Mozambique representaron más de la mitad de las muertes por paludismo en el mundo.

“Son países donde conseguir disminuir las cifras es un desafío muy importante, y quien sufre realmente la malaria son dos poblaciones muy vulnerables: los niños de 5 años y las mujeres embarazadas”, explica a la VOA Quique Bassat, pediatra y director del Programa de Malaria en el Instituto de Salud Global de Barcelona.

América Latina continúa la lucha contra la malaria
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Bassat también afirma que la situación actual “es peor de lo que era antes de empezar la pandemia”:

“Si cierras a todo el mundo en su casa y no puede tener acceso al sistema sanitario, hay muchos casos de malaria que ocurrirán en casa y no llegarán nunca al sistema de salud. Si pones dificultades para el transporte aéreo hay medicinas esenciales que no van a llegar fácilmente a los países (…) Aunque las cifras han empeorado en los últimos dos años y medio, seguimos en una situación no tan mala como hubiese podido ocurrir”, considera.

El panorama, sin embargo, es muy diferente en Europa, una región ha estado libre de malaria desde 2015, según datos de la OMS.

Por otro lado, en Estados Unidos, de acuerdo con los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), se registran aproximadamente 2.000 casos de paludismo cada año, la mayor parte en viajeros y migrantes provenientes de países con historial de transmisión.

Avances científicos

Este año la Universidad de Oxford encendió una luz en el túnel en el combate de la malaria al desarrollar una vacuna que, aunque todavía está en fase experimental, promete efectividad de un 80 %.

“Una de las preocupaciones era que ésta sería una protección a corto plazo y solo duraría durante algunos meses. Pero, definitivamente, ese no es el caso con los resultados que estamos publicando. Y, de hecho, una eficacia del 80 % en el segundo año de seguimiento, después de una dosis de refuerzo, es realmente muy alentador”, dice a la VOA Adrian Hill, profesor en la Universidad de Oxford.

Además, para avanzar en la lucha contra esta enfermedad y combatir los mosquitos resistentes a insecticidas, grupos de expertos ya han modificado genéticamente algunos mosquitos para que no transmitan la malaria.

Asimismo, tras años de investigación, en octubre de 2021 se aprobó la primera vacuna contra el paludismo, todo un hito en el mundo de la medicina.

“El parásito es infinitamente más complejo como microrganismo y por eso ha costado tanto. Las vacunas del covid en 6 meses teníamos vacunas cercanas para estar en el mercado y en cambio para la malaria hemos tardado más de 30 años”, explica el doctor Bassat.

Está demostrado que la vacuna reduce significativamente la incidencia del paludismo y la forma grave y mortal de la enfermedad en los niños pequeños.

Aunque la comunidad científica celebra los avances logrados en los últimos años, señala que todavía las vacunas no se han distribuido entre los que más lo necesitan. Advierten, además, que aún no hay que dejar de lado otros métodos de prevención.

“No creo que la vacuna, por sí sola, pueda lograr hacer un control de los casos a corto plazo. Pienso que hay otras estrategias importantes que pueden ayudar: Usar mosquiteras impregnadas con insecticidas y fumigar, son algunos de los métodos más eficaces para evitar contagiarse de malaria”, sostiene el doctor Forero.

Pero ¿qué es exactamente la malaria y cuáles son sus síntomas?

La malaria o paludismo es una afección provocada por un parásito. Los humanos se contagian por medio de la picadura la hembra del mosquito del género anófeles. Aunque existen centenares de mosquitos bajo esta clasificación, se calcula que solamente entre 50 y 70 especies actúan como vectores del paludismo.

Los síntomas más frecuentes incluyen fiebre, escalofríos, sudoración y dolor de cabeza que aparecen a los 10 o 15 días después de la picadura del mosquito infectado. En ciertos casos, la infección puede producir ictericia, defectos de la coagulación, shock, insuficiencia renal o hepática, trastornos del sistema nervioso central y coma.

Tener escalofríos, fiebre y sudoración cada uno, dos o tres días, suelen ser indicador de malaria en una persona que haya regresado recientemente de una región tropical.

Si estos síntomas no son tratados, puede desembocar en un cuadro clínico grave y causar la muerte en 24 horas.

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