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Ante la desinformación, periodistas deben fortalecer métodos y equipos de verificación: analistas


Clint Watts, presidente de Miburo, una firma de investigación que rastrea las operaciones de desinformación en el extranjero, trabaja en su escritorio en la sede de la empresa, el 15 de marzo de 2022, en Nueva York, EEUU.
Clint Watts, presidente de Miburo, una firma de investigación que rastrea las operaciones de desinformación en el extranjero, trabaja en su escritorio en la sede de la empresa, el 15 de marzo de 2022, en Nueva York, EEUU.

Según el PNDU, la región de América Latina y el Caribe se encuentra entre las más polarizadas del mundo, solo superada por Europa del Este y Asia Central.

La desinformación es uno de los problemas que afectan diariamente a las comunidades y que tiene graves efectos y presenta nuevos retos, no solo para una sociedad que cada vez está más polarizada, sino para los periodistas, que deben trabajar día a día por erradicarla, señalan expertos.

Este fenómeno, explica Mariana Alvarado del Real, experta en fact-checking, se trata de la “difusión masiva de información falsa con toda la intención de engañar al público” y que se hace cada vez más frecuente en contextos coyunturales importantes, como la pandemia o las elecciones, buscando deslegitimar, distraer, distorsionar y desacreditar.

Durante el webinar ‘Desinformación, polarización y estrategias para combatirlas’, organizado por la Sociedad Interamericana de Prensa, junto a la Universidad Internacional de Florida (FIU, por sus siglas en inglés), la experta también explicó que esta desinformación se debe contrarrestar con verificación, que “no es más que la rigurosidad periodística que debemos aplicar en los contenidos, pero que con la era digital se ha visto afectada”.

Es decir, “contrastar los dichos con los hechos y los datos”, además de hacer una verificación social, que se refiera a revisar cinco puntos esenciales en el periodismo, antes de publicar contenido: quién, cómo, dónde, cuándo y por qué.

En resumen, dice Alejandro Alvarado Bremer, profesor de la Universidad Internacional de la Florida, “el periodista es un verificador de datos por excelencia y eso no cambia ni cambiará nunca”.

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Otras herramientas, añade Alvarado, consiste en aprender a usar buscadores de Google y herramientas específicas de verificación de video e imágenes. En este punto, resalta que es importante fortalecer las relaciones entre agencias de verificación y medios de comunicación. Pero enfatiza que el esfuerzo también tiene que venir desde las aulas.

También señala que los medios, en especial los más grandes, tienen que hacer un gran esfuerzo para tener, si no una unidad de fact-checking, al menos personas dedicadas a hacerlo.

Para Manuel Aguilera, vicepresidente y editor ejecutivo de Americano Media y editor ejecutivo de la Edición América del diario español El Mundo, la “degeneración de los medios” se da también por la crisis de los mismos y el “adelgazamiento de las redacciones”, y señala que “los medios de comunicación tienen que ser más robustos, tienen que tener equipos solventes… y diferenciar lo que es la opinión a lo que es la información”, así como tener el balance.

Por otro lado, dice la experta, es necesario alfabetizar a la comunidad en general, sobre el consumo de medios e información: “Ayudarle a la gente a entender que no todo lo que ves es necesariamente bueno y no todo lo que ves es necesariamente verdad… enseñarle estrategias para poder distinguir”.

Los obstáculos

Erich de la Fuente, experto en libertad de prensa y democracia en América Latina, explica que existen varios obstáculos para contrarrestar la desinformación, pues dice que “la lucha” contra esta “es desigual”, pues los gobiernos tienen presupuestos con “recursos enormes” y un equipo dedicado a formular campañas, diariamente.

“Cuando viene de un gobierno autoritario…. no es más fácil contrarrestarlo, pero es más fácil de identificar”, pero afirma que esto también está ocurriendo en democracias, donde los gobernantes tienen alta popularidad y envían sus mensajes en campañas. “Son gobiernos elegidos y hay un alto flujo de desinformación”, añade.

Así mismo, afirma que el periodismo de investigación lleva tiempo e implica recursos, y muchos medios, al no “poder sostener su modelo económico, son comprados por una compañía. Y, en gran parte, estos empresarios tienen conexión con el poder político. A veces son empresas tienen contratos de los gobiernos y eso empieza a condicionar los medios”.

Y, en ese caso, añade, comienza la presión a empresas de retirar pautas publicitarias y otro tipo de apoyos.

A esto se le suma el trabajo de grandes equipos o bots que trabajan diariamente por imponer opiniones que tergiversan la realidad o llevan a la autocensura.

Antes los obstáculos, el profesor Erich insiste en que “un medio o una agencia de chequeo sola es imposible”, y se debe pensar hacer esfuerzos regionales para crear lugares que consigan millones de seguidores que encuentren información segura, para luego dar ejemplo a otros países y replicarlos en la academia.

Desinformación en la región

La preocupación radica en que la desinformación “puede afectar la legitimidad de la información y los procesos, como las elecciones, algo fundamental en la democracia”, pues, según la experta, se estima que el 70 % de las personas en el mundo no pueden distinguir entre la información precisa e imprecisa.

Además, señala Alvarado, la desinformación viaja hasta siete veces más rápido que la información verificada, se vuelve viral y genera polarización, pues, según el experto, “busca apelar a los sentimientos y a las emociones de las personas” para poder engañar. De esta manera, entonces, también genera una crisis de credibilidad, no solo en los medios, sino en las instituciones y organizaciones.

En la región, explica la profesora adjunta en FIU, los grupos de poder cuentan con equipos que crean estrategias para desinformar, con el objetivo de inclinar la balanza. Es decir, dividir a una población que está a favor o en contra de algo o alguien.

Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), a partir de 2015, “la polarización comenzó a crecer más rápido que el promedio mundial, superándolo alrededor de 2017”. Y América Latina y el Caribe se encuentra entre las regiones más polarizadas del mundo, solo superada por Europa del Este y Asia Central.

Mariana explica que algunos mandatarios en la región han logrado colocar sus temas en la agenda mediática y dividir a la población, y citó a México y Brasil como ejemplos.

Según un análisis de la verificadora brasilera AOS Fatos, en 1.459 días como presidente, el expresidente Jaír Bolsonaro hizo 6.685 declaraciones falsas o tergiversadas. El Latam Journalist and Review del Centro Knight revisó esto números y agregó que seis de los medios más importantes de Brasil siguieron esa tendencia a reproducir titulares falsos, explicó la experta.

“La desinformación mata y podemos decir con mucha certeza que se pudieron ahorra muchas muertes si se hubiera tenido la información correcta durante la pandemia”, afirmó Alvarado.

En el caso de México, la experta citó el 'Informe sobre (Des) información o información y comunicación social' en ese país, difundido recientemente por Artículo 19, el cual presentó 84 solicitudes de información, 22 recursos de revisión sobre 34 declaraciones de La Mañanera, la rueda de prensa matutina del presidente Andrés Manuela López Obrador.

Los hallazgos señalan que, de estas 84 solicitudes, solo dos declaraciones son respaldadas con información pública, nueve declaraciones son falsas y el 58,8 % de los casos no se presentó información para comprobar la veracidad o falsedad de dicho. Además, que en el 26,5 % de los casos se probó que la declaración fue falsa.

Según Mariana, entrenadora en desinformación, más allá de los esfuerzos de todos los actores, los medios deben replantear la agenda periodística: "Poco podemos avanzar si los medios insisten en ser replicadores del discurso público, de entes públicos que a sabiendas tienden a desinformar".

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    Karen Sánchez

    Corresponsal de la Voz de América, en Bogotá, Colombia. Fue periodista de diferentes periódicos y revistas de EL TIEMPO Casa Editorial. Comunicadora social y periodista de la Universidad de la Sabana, donde fue becaria. Hizo parte del equipo de comunicaciones del programa de Gobierno Digital del MinTIC de Colombia. Formada en Libertad de Expresión por la Sociedad Interamericana de Prensa y la Universidad Católica Andrés Bello.

     

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