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Día de San Patricio en Washington


Entre sonrientes niños, rubios y pelirrojos adornados con collares de cuentas verdes, un hombre de piel morena disfrutaba con su familia la caravana que recorrió la avenida Constitución de Washington.

Al paso de las bandas que entonaban melodías irlandesas, de las comparsas, de las delgadas bailarinas que saltaban al vaivén de sus piernas blancas, de los duendes juguetones y los gaiteros vestidos de falda, la familia hispana también sonreía y dejaba escapar una que otra exclamación en español.

Como ellos, otros hispanos compartían la celebración desde la barrera y aunque parezca extraño, también algunos integraban el desfile. No dejaba de sorprender el paso de la Fraternidad Folclórica de Bolivia, con una treintena de bailarines.

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Quizá para todos los nacidos en el centro y sur de América hay una sensación de extrañeza. Para los estadounidenses, muchos de ellos descendientes de inmigrantes irlandeses, celebrar el día de San Patricio, su patrono, es una tradición de larga data. El primer desfile se celebró en Boston, en 1737. Diecinueve años después se empezó a realizar en Nueva York que, hoy por hoy, tiene el desfile más grande de todos los que se organizan en el mundo.

Es una fiesta de irlandeses, mejor compartida y entendida en el mundo anglosajón, pero por cuenta del cristianismo, tiene muchos referentes comunes con América Latina, aunque resulten desconocidos.

Las coincidencias se esconden, por ejemplo, en el simbolismo: el trébol, aunque recuerde de inmediato la idea pagana de la suerte, fue el método utilizado por San Patricio -el introductor de la fe Cristiana en Irlanda- para explicar el misterio de la Santísima Trinidad. Desde la muerte del misionero, hace más de quince siglos, el trébol ha sido un ícono del nacionalismo irlandés.

Entre muchos otros disfraces coloridos, los espectadores del desfile vieron pasar al Santo. Patricio, hijo de un oficial romano, portaba su báculo. El mismo que, según la tradición, llevó a la montaña para hacer desaparecer todas las serpientes de Irlanda. Más tarde surgirían explicaciones científicas para la ausencia de estos animales en la isla, pero se mantiene la interpretación de la hazaña del evangelizador: la desaparición del paganismo en ese lugar remoto, que aún hoy sigue siendo de mayoría Cristiana.

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San Patricio, sin asomo de temor por perder el protagonismo, compartía comparsa con un hombre que portaba una camiseta del Celtic, un famoso club de fútbol de Glasgow. Tras ellos, un cartel promocional de un conocido “pub” de la capital. Esa mezcla de religión y secularismo es una buena muestra del espíritu de esta fecha, que ha sido asumida por el gobierno irlandés como la mejor oportunidad para dar a conocer la esencia cultural de su país, expresada en la música, el baile, los trajes tradicionales, la cerveza, el whisky y la comida, que este día se tiñen de verde para rendir un homenaje a los imponentes campos de la isla, conocida como “la esmeralda europea”.

En la noche, los jóvenes se van de fiesta. Muy "tiesos y majos", como el también verdoso "Rinrín renacuajo" de la fábula del colombiano Rafael Pombo, el día de San Patricio se ponen "corbata a la moda y sombrero encintado", se llenan el cuello de collares y en algún bar se aseguran de brindar por San Patricio y el exquisito arte de destilería de los irlandeses.

Escribe desde Washington, Margarita Rojas para la Voz de América.

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