Las estadísticas dan por cierto que más pronto que tarde este año Florida superará en número de habitantes a Nueva York y se convertirá en el tercer estado del país en población, después de California y Texas.
De acuerdo con cifras difundidas esta semana por la Oficina del Censo de EE.UU., en julio pasado Nueva York tenía 19,6 millones de habitantes, seguida por Florida con 19,5 millones y en acelerado paso por pasar la barrera de los 20 millones.
Históricamente tenido como un destino privilegiado para los retirados y personas de la tercera edad, mayormente por su clima moderado y el embrujo de sus playas, el boom demográfico del estado más meridional de la nación tiene ahora en gran medida sangre joven.
Florida cuenta con la mayor proporción en EE.UU. de residentes con más de 65 años de edad, sin embargo, estos constituyen menos del 10 por ciento de los recién llegados en los últimos años.
Datos de un análisis hecho por la AP indican que más de la mitad de los nuevos residentes son menores de 64 años, y que casi el 40 por ciento no llegan a los 25 años.
Paradójicamente, el estudio pone también de relieve que de más de 537 mil personas que se mudaron a Florida el año pasado alrededor de una décima parte provinieron precisamente de Nueva York.
No es un secreto que el paisaje demográfico de Florida ha sido en las últimas décadas delineado por una marcada inmigración de latinoamericanos, especialmente del área del Caribe, y que no sin fundamento la ciudad de Miami es conocida como la Puerta de las Américas.
La cuarta parte de los nuevos residentes de Florida el año pasado fueron latinoamericanos, atraídos en buena medida porque el estado sigue brindando oportunidades de empleos principalmente en sectores ligados al turismo y la construcción.
Pero también porque las costumbres hispanas, incluido el idioma, han echado profundas raíces en estas tierras y los recién llegados tienen la posibilidad de forjarse una nueva vida en un entorno que no es culturalmente muy diferente al que dejaron atrás.
Considerado hoy por hoy un estado decisivo en términos electorales, Florida es en esencia el mejor ejemplo de por qué se afirma con tanta frecuencia que los hispanos representan ya una fuerza determinante en el horizonte político de EE.UU.
De acuerdo con cifras difundidas esta semana por la Oficina del Censo de EE.UU., en julio pasado Nueva York tenía 19,6 millones de habitantes, seguida por Florida con 19,5 millones y en acelerado paso por pasar la barrera de los 20 millones.
Históricamente tenido como un destino privilegiado para los retirados y personas de la tercera edad, mayormente por su clima moderado y el embrujo de sus playas, el boom demográfico del estado más meridional de la nación tiene ahora en gran medida sangre joven.
Florida cuenta con la mayor proporción en EE.UU. de residentes con más de 65 años de edad, sin embargo, estos constituyen menos del 10 por ciento de los recién llegados en los últimos años.
Datos de un análisis hecho por la AP indican que más de la mitad de los nuevos residentes son menores de 64 años, y que casi el 40 por ciento no llegan a los 25 años.
Paradójicamente, el estudio pone también de relieve que de más de 537 mil personas que se mudaron a Florida el año pasado alrededor de una décima parte provinieron precisamente de Nueva York.
No es un secreto que el paisaje demográfico de Florida ha sido en las últimas décadas delineado por una marcada inmigración de latinoamericanos, especialmente del área del Caribe, y que no sin fundamento la ciudad de Miami es conocida como la Puerta de las Américas.
La cuarta parte de los nuevos residentes de Florida el año pasado fueron latinoamericanos, atraídos en buena medida porque el estado sigue brindando oportunidades de empleos principalmente en sectores ligados al turismo y la construcción.
Pero también porque las costumbres hispanas, incluido el idioma, han echado profundas raíces en estas tierras y los recién llegados tienen la posibilidad de forjarse una nueva vida en un entorno que no es culturalmente muy diferente al que dejaron atrás.
Considerado hoy por hoy un estado decisivo en términos electorales, Florida es en esencia el mejor ejemplo de por qué se afirma con tanta frecuencia que los hispanos representan ya una fuerza determinante en el horizonte político de EE.UU.