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Un astro humilde y de valores ejemplares


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Edson Arantes do Nascimento, más conocido como Pelé, es considerado por muchos como el mejor futbolista de la historia.

A lo largo de su carrera, batió récords y obtuvo los títulos más importantes.

Jugó en el Santos Fútbol Club y en la selección brasileña, con la que conquistó tres títulos mundiales, y fue elegido el atleta del siglo por el Comité Olímpico Internacional.

Pero su reputación también trasciende el deporte, pues como remarcaron a lo largo de la conferencia de prensa que dio en Montevideo, es un hombre de valores ejemplares.

Un periodista le preguntó sobre las obras benéficas que hace a través de su fundación, a lo que Pelé respondió: “Creo que cuando uno hace una cosa la hace para Dios, por eso no me gusta hablar mucho de eso. Pero tenemos muchos trabajos con niños, con personas de avanzada edad”.

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Pese a que dijo que no le gusta alardear sobre su trabajo benéfico, Pelé contó que la última obra que realizan es recaudar fondos para un hospital de niños en la ciudad de Curitiba, Brasil.

“Empezamos un trabajo para el Pequeño Príncipe, un hospital de niños. Yo completé 1.282 goles y transformamos eso que era apenas una memoria en 1.282 medallas de oro, bronce y plata, y las estamos subastando en Internet. Lo que se recaude se destinará al hospital”, dijo Pelé.

También es una persona muy humilde, según dejo entrever en la conferencia, cuando le preguntaron qué consejos daría como un hombre que ha triunfado en la vida.

“Soy un ser humano como todos los otros y puedo cometer errores”, dijo.

“Sobre dar un consejo, usted conoce el dicho que dice que si los consejos fueran buenos no se daban, se vendían”, agregó. “Creo que es más importante, principalmente para los niños con los que yo trabajo, dar el ejemplo”.

Pelé contó como su padre siempre trató de bajarle los pies a la tierra, aún cuando era un astro consagrado del fútbol.

“Mi papa me decía, oiga, Dios te dio el don de jugar al fútbol. Eso te lo dio Dios, no hiciste nada así que no te pongas muy creído porque esto es un legado de Dios. Entonces, yo lo único que podía hacer era estar siempre preparado en condiciones para que yo pudiera aprovechar ese legado”.

Escribe desde Montevideo, Uruguay, Federica Narancio para la Voz de América.
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