La gira que el presidente de EE.UU., Barack Obama, inicia el sábado por Brasil tiene para algunos más un carácter simbólico que objetivos prácticos, sin embargo la Casa Blanca ha destacado que la intención es buscar una relación más estrecha con Latinoamérica y discutir asuntos muy concretos.
En Brasilia, Obama se reunirá con la presidenta Dilma Rousseff y con empresarios en una visita centrada mayormente en los intereses económicos bilaterales, aunque según el asesor de la Casa Blanca Dan Restrepo ambos mandatarios también hablarán sobre las reformas en la ONU y el papel que juega en el mundo Brasil.
Luego, en Chile, se espera que el presidente de EE.UU aborde el tema de la seguridad, la cooperación nuclear, y el ejemplo de democracia que ese país representa para sus vecinos de Suramérica, mientras que en El Salvador los tópicos preponderantes serán el combate al crimen organizado y el tema migratorio.
La controversia en torno a la inmigración en EE.UU. volvió a saltar a la vista esta misma semana después de que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos hizo pública su preocupación por las crecientes detenciones de inmigrantes.
Y aunque las probabilidades de que una reforma migratoria integral que legalice a millones de indocumentados son en este momento escasas en EE.UU, el tema es de mucho interés para países como El Salvador.
El presidente salvadoreño Mauricio Funes anunció públicamente que pedirá a Obama una extensión más prolongada de la legalización que ampara a sus compatriotas que residen en EE.UU. bajo el llamado Estatuto de Protección Temporal, conocido como TPS y que se renueva cada 18 meses.
Los que están protegidos por el TPS son alrededor de 229 mil, pero Aaron Terrazas, analista del Instituto sobre Política de Migración, con sede en Washington, destaca que los salvadoreños indocumentados son más del doble, unos 530 mil. Se estima que casi un tercio de la poblaciòn del país vive en EE.UU.
El experto cree que aunque Obama pueda estar interesado en dar solución al tema de los inmigrantes ilegales, el asunto es complicado y es poco lo que puede hacer. “El clima es bastante hostil ahora para aprobar cualquier reforma migratoria en el Congreso de EE.UU”, dijo.
Para Terrazas “queda claro qua a la Casa Banca le gustaría hacer una reforma migratoria” pero “ya vimos lo que pasó en diciembre pasado con el fracaso del Dream Act, que hubiera legalizado a muchos jóvenes hijos de indocumentados”, señaló.
El argumento que más esgrimen quienes se oponen a la legalización de los indocumentados es que si se hace con los de un país habría que hacerlos con todos, a lo que muchos legisladores se oponen por considerarlo una amnistía generalizada, algo por ahora inaceptable en el Capitolio.
De hecho el año pasado las deportaciones no se detuvieron, sino que por el contrario crecieron 7 por ciento respecto a 2009. En total sumaron casi 400 mil, y cerca de la cuarta parte de los deportados fueron centroamericanos.