El matrimonio gay no es novedad en Latinoamérica

En 2009, la ciudad de México se convirtió en la primera capital de América Latina en reconocer el matrimonio 'gay'.

En 10 países del mundo –incluyendo Argentina y Canadá en nuestro continente, más la Ciudad de México—ya existen leyes que reconocen estas uniones plenamente.
En Estados Unidos las declaraciones del presidente Barack Obama en favor del matrimonio entre dos personas del mismo sexo, si bien consideradas como históricas, resultan ser legalmente insignficantes.

Sin embargo, en 10 países del mundo –incluyendo Argentina y Canadá en nuestro continente—ya existen leyes nacionales que reconocen estas uniones plenamente.

Holanda, en 2001, fue el primer país del mundo en legalizar el matrimonio gay. Le siguieron Bélgica, España, Sudáfrica, Noruega, Suecia, Islandia y Portugal. Canadá las aprobó en 2005, y Argentina en el 2010.

A fines del 2009, la ciudad de México también se convirtió en la primera capital de América Latina en reconocer el matrimonio entre personas del mismo sexo.

Un año antes, la Asamblea General de la OEA había adoptado, por primera vez en su historia una resolución dedicada a los derechos humanos y su vinculación con la orientación sexual e identidad de género.

La resolución de 2008 ha sido seguida por otras tres resoluciones similares, en años consecutivos, pero más allá de condenar la discriminación contra personas por motivos de orientación sexual e identidad de género, los países de la OEA no han llevado el debate a ninguna parte.

Casi invariablemente, los países y las ciudades de Europa y América Latina que han aprobado el matrimonio gay han estado gobernadas por partidos socialistas o de izquierda en el momento de la decisión.

La legislatura de la ciudad de México, por ejemplo, estaba dominada por la izquierda, cuando aprobó su ley en diciembre de 2009, a pesar de que sólo el 29% de los capitalinos mexicanos estaba de acuerdo con ella. Argentina aprobó su ley con el decidido apoyo de Cristina y Néstor Kirchner.

Según los analistas, la contraparte de estas propuestas liberales son las iglesias católica y evangélica, con fuerte presencia en Latinoamérica.

Ese es el caso en Brasil, que avanza a pasos agigantados hacia un reconocimiento como potencia económica mundial, pero donde el matrimonio entre homosexuales y el aborto todavía son temas tabús que ni la actual presidenta Dilma Roussef, del liberal Partido de los Trabajadores, se atrevió a tocar como candidata, por temor a perder el voto evangélico.

Asimismo, en Venezuela, donde el partido socialista domina completamente la Asamblea Nacional, “aún falta mucho para avanzar en este aspecto que ha convertido a Venezuela en la perla negra del continente americano”, según Tamara Sánchez, abogada y activista transgénero.

En El Salvador, donde la Asamblea Legislativa tiene una leve mayoría de la izquierda, un debate ocurrido en marzo de este año, apenas si pudo evitar la aprobación de un candado constitucional que hubiera limitado el matrimonio, como algo posible únicamente “entre un hombre y una mujer así nacidos”, según leía la propuesta de los conservadores religiosos.

Aunque en Estados Unidos las encuestas muestran que cada vez más estadounidenses están a favor de la idea, el matrimonio entre homosexuales no es uno de los temas prioritarios del electorado. En eso coinciden ambos bandos, demócrata y republicano, que en cambio señalan a la economía y al desempleo como las mayores preocupaciones de los votantes.

De manera que salvo otra sorpresa, las declaraciones de Obama, así tan históricas como actualmente válidas, corren el riesgo de quedar apenas como un texto al pie de una página.