Miles de venezolanos entran a Perú antes de vigencia de visa

Miles de venezolanos libran una carrera contra el tiempo para ingresar a Perú poco antes del endurecimiento de las reglas migratorias que exigirán pasaporte y visa humanitaria.

Entre miles de migrantes, cargando a su bebé de un año y junto a su otro hijo de ocho, la venezolana Betania Ramírez ingresó a Perú, poco antes de que entre en vigor una ley que dificulta el ingreso de quienes huyen de la crisis del país caribeño.

Cansada y sedienta, formó una extensa cola para presentar su cédula de identidad en la agencia migratoria peruana.

Como Betania, miles de venezolanos libran una carrera contra el tiempo para ingresar a Perú poco antes del endurecimiento de las reglas migratorias que exigirán pasaporte y visa humanitaria.

Betania sabía que tenía que enfrentarse a la incertidumbre en un país donde no tiene a nadie.

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“Yo me voy de la mano de Dios”, dijo a The Associated Press la madre soltera de 26 años que partió de la ciudad de Barinas hace una semana y en un enloquecido viaje cruzó Colombia y Ecuador donde, afirmó, le robaron su equipaje, y la maldijeron y escupieron por ser venezolana.

Caminas por carreteras, duermes en la calle, “estás expuesto a que te roben, a que te violen sexualmente, a mí no me pasó eso porque Dios sabe lo que está pasando en Venezuela, pues”, dijo la mujer que trabajaba de empleada de limpieza en un local del ministerio de Salud venezolano en Barinas. No todo fue malo, también recordó que otros colombianos de buen corazón le regalaron una manta y una caja de jugos artificiales para sus hijos Xiomara, de un año y Emmanuel, de ocho.

Mientras relataba sus desventuras, su beba lloraba. No le había cambiado de pañal por varias horas y la pequeña tenía la piel irritada, contó. Como miles, Betania y sus niños llegaban literalmente con la ropa que tenían puesta.

La frontera peruana lucía abarrotada la madrugada del viernes, y muchos niños dormían en el piso. Casi todas las historias de los migrantes coincidían en que habían partido de Venezuela en una carrera contra el tiempo para poder ingresar por el puesto fronterizo peruano del distrito de Aguas Verdes, antes de que la nueva ley impuesta por el gobierno de Martín Vizcarra se convierta en un muro infranqueable.

Vizcarra afirmó en la víspera que se le había “malentendido”, que su gobierno sólo pide condiciones mínimas para que entren personas que quieran “trabajar en beneficio de nuestro país y no gente que genera problemas”. A inicios de junio Perú endureció su política migratoria y anunció que desde la cero hora del sábado se exigirá pasaporte y visa humanitaria a quienes ingresen, documentos que deben tramitar con anticipación en los consulados peruanos de Venezuela, Colombia y Ecuador.

La frontera peruana lucía abarrotada la madrugada del viernes 14 de junio de 2019, y muchos niños dormían en el piso.

Los niños dominaron las multitudes de migrantes que llegaron a la ciudad fronteriza peruana de Tumbes el viernes, alcanzando la fecha límite del 15 de junio para que Perú comience a pedir pasaporte y visa a los migrantes venezolanos, como parte de una nueva medida que busca velar por la seguridad interna.

Solo el jueves, 5.849 venezolanos cruzaron la frontera, un aumento de alrededor de 1.500-2.000 por día en los meses anteriores, según la oficina de inmigración de Perú.

En medio de la presión en la frontera, el Gobierno de Lima relajó su medida en favor de niños, mujeres embarazadas y para los mayores de 60 años que tengan a familiares viviendo en Perú.

La oficina de migraciones dijo el viernes que por razones humanitarias se admitirá el ingreso al país de ese grupo de personas sólo con su célula de identidad, sin la exigencia del pasaporte, para que se reúnan con sus parientes residentes.

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Más de 820.000 venezolanos han ingresado desde 2016 luego que Perú abriera sus puertas a los migrantes durante la gestión de su antecesor Pedro Pablo Kuczynski, quien los invitaba a venir a trabajar y recibir remuneraciones justas.

Pero conforme los venezolanos fueron llegando a Perú en cantidades cada vez mayores y con el cambio de gobierno en marzo de 2018, tras la renuncia de Kuczysnki por un escándalo político, la actitud peruana se fue endureciendo.

En mayo el gobierno de Vizcarra reconoció de forma pública que la presencia de los migrantes venezolanos generaba dificultades en la búsqueda de empleo para los mismos peruanos y el presidente peruano afirmó durante la visita del mandatario colombiano Iván Duque que la comunidad internacional no ha examinado “el efecto real de la migración venezolana que reciben Colombia y Perú”, los países con mayor número de inmigrantes venezolanos en el mundo.

Amnistía Internacional ha calificado de “ineficientes” las nuevas reglas de ingreso impulsadas por Vizcarra, sobre todo porque considera casi imposible conseguir pasaportes en Venezuela, mientras que la Iglesia católica peruana le solicitó en una carta al presidente peruano que el país continúe “dando muestras de solidaridad con los hermanos venezolanos ante la difícil situación que atraviesan”.

En Lima, los venezolanos que ingresaron antes de que el gobierno endurezca sus reglas migratorias prefieren guardar silencio. Pero Jorge Macchia, un vendedor de empanadas que era un comerciante acaudalado en su país y lo perdió todo durante la crisis, dijo que le parecía una medida injusta. “El venezolano que viene aquí trabaja muy duro, mi mujer y mis dos hijas están en camino, pero no sé si llegarán a cruzar la frontera para ingresar a Perú”, comentó.

Vizcarra presenció a inicios de junio la expulsión de medio centenar de venezolanos con antecedentes criminales que mintieron al otorgar sus datos migratorios. “Estamos expulsando los que sean necesarios 500, 800, 1.000, 2.000”, comentó el mandatario. Perú es el segundo país, después de Colombia, que recibe mayor cantidad de migrantes venezolanos que huyen de la crisis en su país y suman más de 820.000 en todo el territorio local, según datos de la agencia peruana de migraciones.

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Unos 4 millones de venezolanos han abandonado su país desde 2015, un 12 por ciento de su población, buscando escapar de una crisis que ha privado a muchos de los alimentos y medicamentos básicos, según un cálculo de la ONU.