Zindell Brown, de 28 años y oriundo de Lake City, Carolina del Sur, tenía algo más que nervios mientras se preparaba para su primer viaje fuera de Estados Unidos. Quizá era una premonición sobre el viaje que él y varios de sus amigos iban a hacer a México.
“Dijo, ‘algo no se siente del todo bien’”, contó su hermana mayor, Zalandria Brown, en entrevista telefónica con The Associated Press. “Fue lo último de lo que hablamos”.
Adoptando una postura protectora del hombre al que era tan allegado que lo llamaba su “hueso pélvico”, Brown le pidió a su hermano que no realizara el viaje a principios de este mes. Sin embargo, como alguien conocido por ayudar a los demás, Brown no quedó sorprendida cuando su hermano dejó atrás esa sensación y se ofreció a conducir con su grupo de amigos de la infancia en su viaje por carretera hacia México, en donde una de ellas tenía programada una cirugía estética y otro planeaba celebrar su cumpleaños número 34.
Brown vio por última vez con vida a su hermano menor dentro de una vagoneta alquilada de color blanco. En algún punto durante el viaje de casi 22 horas desde Carolina del Sur hacia Brownsville, Texas, Brown vio un video que publicó Zindell sonriendo a la cámara.
Pero el grupo fue atacado en México. Alrededor del mediodía, un vehículo chocó contra la vagoneta. Varios hombres con chalecos tácticos y fusiles de asalto llegaron en otro vehículo y los rodearon, según reportes de la policía mexicana.
Dos miembros del grupo — Zindell Brown y Shaeed Woodard — fueron asesinados a disparos. Eric Williams recibió un balazo en la pierna y él, junto con la otra sobreviviente Latavia McGee, fueron colocados en una pickup, según un video publicado en redes sociales.
Los actos se le atribuyen al cártel del Golfo, una organización del narcotráfico relacionado con asesinatos y secuestros en Matamoros, una ciudad de medio millón de habitantes que desde hace tiempo ha sido bastión del grupo delictivo. Supuestamente, el cartel se disculpó por los homicidios en un una carta a la que la AP tuvo acceso de un funcionario policial mexicano.
Incluso antes de ver las imágenes de la emboscada que no tardaron en circular en línea, Zalandria Brown dijo que empezó a tener una extraña sensación de que su hermano ya se había ido.
“Era la otra parte de mi alma”, subrayó.
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