Los pasaportes de Estados Unidos para los estadounidenses nacidos en Jerusalén se han convertido en un problema legal sobre el que va a decidir la Corte Suprema de Justicia.
El dilema se centra en sí la ciudad sagrada para cristianos, judíos y musulmanes es parte de Israel o de Palestina, o como ha decidido el Departamento de Estado es simplemente Jerusalén, hasta que israelíes y palestinos se pongan de acuerdo.
El caso fue provocado por la demanda de los padres de Menachem Zivotofsky, un estadounidense que nació en Jerusalén en 2002. Sus padres quieren que el pasaporte diga que nació en Israel y no en Jerusalén como establecen las normas del Departamento de Estado.
En varias ocasiones el Congreso ha querido inclinar la balanza a favor de los israelíes, llegando al punto de considerar mover la embajada de Estados Unidos desde Tel Aviv, la capital de Israel casi universalmente conocida como tal, a Jerusalén. Ningún presidente, ni republicano ni demócrata ha querido hacer cambio alguno a la política respecto de esa ciudad.
El gobierno de Obama argumenta que cambiar de posición sobre Jerusalén en este momento dañaría el papel que tiene Estados Unidos de intermediario en el Medio Oriente y socavaría la credibilidad del presidente.
Los jueces conservadores de la Corte parecen abiertos a la posición de los demandantes: cambiar el lenguaje en el pasaporte no cambiaría la política de Estados Unidos sobre Jerusalén.
En cambio los jueces liberales, como la magistrada Elena Kagan, la entienden al revés, citando como ejemplo las tensiones crecientes sobre el sitio religioso que los judíos conocen como Monte del Templo y los musulmanes como Noble Santuario. “En este momento, Jerusalén es una caja de yesca sobre el acceso a un sitio sagrado particular”, dijo Kagan.
Así que la posición de la corte está tan dividida como la misma Jerusalén.