El presidente Barack Obama sigue oponiéndose a prorrogar para los estadounidenses más ricos las exenciones tributarias adoptadas durante la presidencia de George W. Bush, ignorando el llamamiento de algunos legisladores de que apruebe una extensión temporal para dar tiempo a un acuerdo bipartidista sobre la reducción del déficit.
En momentos en que el presidente emprendía viaje hacia San Francisco y Los Ángeles, en la costa oeste del país, para asistir a eventos de recaudación de fondos para su campaña, el vocero de la Casa Blanca, Jay Carney, dijo que la posición de Obama ha sido muy clara y no ha cambiado.
“No debemos extender y no extenderemos los recortes tributarios de la era de Bush para el dos por ciento de la población de EE.UU. que es la proporción que representan los más adinerados”, reiteró el portavoz.
La débil creación de empleos durante el mes de mayo y el agravamiento de la crisis de la deuda en Europa han dado fuerza a las preocupaciones sobre la fortaleza de la recuperación económica estadounidense.
Las rebajas de impuestos establecidas por Bush expiran a fines de este año, y a partir de enero entran en vigor recortes automáticos y profundos en los gastos del gobierno, a menos que el Congreso llegue a un acuerdo antes de cómo reducir el déficit fiscal o apruebe una legislación que frene la aplicación de los previstos recortes.
Analistas políticos albergan la esperanza de que tal atolladero lleve a reaccionar a los legisladores, pero en verdad hay pocas señales que hagan vislumbrar un acuerdo antes de las elecciones generales del 6 de noviembre, cuando los republicanos aspiran derrotar a Obama y tomar el control en las dos cámaras del Congreso.
El presidente ha sostenido firmemente que la tasa impositiva de quienes ganan más de $250.000 al año debe volver a ser del 39,6 por ciento como era antes, y no de 35 por ciento como es en la actualidad.
Obama ha dicho que no aprobará ningún recorte adicional en los gastos del gobierno sin medidas que hagan incrementar los ingresos fiscales, algo a lo que los republicanos se oponen.
En momentos en que el presidente emprendía viaje hacia San Francisco y Los Ángeles, en la costa oeste del país, para asistir a eventos de recaudación de fondos para su campaña, el vocero de la Casa Blanca, Jay Carney, dijo que la posición de Obama ha sido muy clara y no ha cambiado.
“No debemos extender y no extenderemos los recortes tributarios de la era de Bush para el dos por ciento de la población de EE.UU. que es la proporción que representan los más adinerados”, reiteró el portavoz.
La débil creación de empleos durante el mes de mayo y el agravamiento de la crisis de la deuda en Europa han dado fuerza a las preocupaciones sobre la fortaleza de la recuperación económica estadounidense.
Las rebajas de impuestos establecidas por Bush expiran a fines de este año, y a partir de enero entran en vigor recortes automáticos y profundos en los gastos del gobierno, a menos que el Congreso llegue a un acuerdo antes de cómo reducir el déficit fiscal o apruebe una legislación que frene la aplicación de los previstos recortes.
Analistas políticos albergan la esperanza de que tal atolladero lleve a reaccionar a los legisladores, pero en verdad hay pocas señales que hagan vislumbrar un acuerdo antes de las elecciones generales del 6 de noviembre, cuando los republicanos aspiran derrotar a Obama y tomar el control en las dos cámaras del Congreso.
El presidente ha sostenido firmemente que la tasa impositiva de quienes ganan más de $250.000 al año debe volver a ser del 39,6 por ciento como era antes, y no de 35 por ciento como es en la actualidad.
Obama ha dicho que no aprobará ningún recorte adicional en los gastos del gobierno sin medidas que hagan incrementar los ingresos fiscales, algo a lo que los republicanos se oponen.