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Cuando el crimen censura el periodismo


Jorge Aguirre es un periodista de Ciudad de México que protesta contra la persecución de periodistas en su país.
Jorge Aguirre es un periodista de Ciudad de México que protesta contra la persecución de periodistas en su país.

La censura, que más tarde se convierte en autocensura, obligada al periodista a abandonar su profesión por temor a morir asesinado.

A través de la historia, algunos eventos violentos han dejado como saldo un gran número de periodistas muertos. La mayoría mueren en la cobertura de guerra, como el caso de Irak. Pero cuando el comunicador muere por haber escrito algo no deseado por grupos extremos, la cosa cambia de color.

Organizaciones como la Sociedad Interamericana de Prensa y Reporteros sin Frontera catalogan la agresión física contra el periodista como una forma de censurar la libertad de informar.

La situación en la frontera mexicana, donde carteles de las drogas luchan por el poder, han dejado cientos de periodistas muertos. La historia se repite. Colombia vivió una situación similar en los años, cuando Pablo Escobar atacó diarios, estaciones de radio y ordenó acabar con la vida de periodistas que informaban sobre el negocio de la droga.

La crítica situación que afrontan los periodistas mexicanos por la ley del silencio que quiere imponer el crimen organizado, obliga a periodistas como Luis Nájera a abandonar el país y sus 18 años de profesión.

"Imagínate que un día esa vida se acaba. Y se acaba cuando tú cierras la puerta de tu casa por fuera y sabes que jamás vas a volver a esa casa", dijo Nájera a la Voz de América.

La opción de Nájera era dejar atrás su carrera como comunicador o morir asesinado a manos del narcotráfico.

En 2010, México era el segundo país del mundo con mayor número de periodistas asesinados, hoy ocupa el primer lugar.

El efecto del silencio se dio cuando se asesinó al periodista Ochoa Martínez en Guerrero. Más tarde se halló el cadáver de Valentín Espinosa, reportero del Zócalo de Saltillo y en su cuerpo se encontró un mensaje que decía: “Esto le va a pasar a todos los que no entiendan”.

“La autocensura y la desinformación si bien protegen al crimen organizado, también disfrazan la ineptitud del Estado, potenciando así un círculo vicioso en el que prosperan tanto el delito como la corrupción y la impunidad”, dijo Ricardo Trotti, experto de la SIP.

La intimidación no es un caso único en la región. Guatemala, Honduras y El Salvador hacen eco de la misma problemática.

Un informe de la agencia Cerigua revela que los periodistas guatemaltecos enfrentan nuevos peligros y desafíos, así como nuevos actores que buscan “intimidarlos, cooptarlos, censurarlos y, de ser necesario, asesinarlos”. En el documento titulado “Estado de Situación de la Libertad de Expresión 2010”, Cerigua alertó sobre el relativamente bajo número de notas sobre acciones del crimen organizado y el narcotráfico.

“Los verdaderos héroes no son los que tienen su nombre en una placa. Los verdaderos héroes son los que sobreviven y logran continuar hablando y logran continuar haciendo cosas positivas", dijo Nájera quien hoy vive en Estados Unidos.

La censura obligada, que más tarde se convierte en autocensura, involucra no solo a los periodistas y sus familias. La falta de leyes y la aplicación de las mismas obligan al comunicador a abandonar su profesión, el país y en muchos casos convertirse en una estadística más.

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