“¡Paraguas… la raqueta… el morrocoy!”: cada palabra viene de un grito agudo de una mujer que está en un estrecho callejón del mayor pueblo del archipiélago de Los Roques, un complejo de paradisíacas playas en Venezuela.
De repente, otra grita “¡Lotería!” y termina la ronda de este juego de azar, que todos los días y por tres horas celebran mujeres del Gran Roque para distraerse y, si hay suerte, ayudar con el presupuesto familiar.
Algunos hombres participan. Los niños observan: en unos años les tocará continuar con esta tradición.
“Es como el bingo pero en lotería son figuras”, explica Virginia Narváez a Voz de América. “Ganas como si fuera el bingo: con cruz grande, chiquita, línea… las esquinas, cruzaito así”.
Un dólar es la apuesta inicial para cinco cartones de 25 figuritas, válidos para tres rondas. Una victoria simple genera unos 12 dólares. En un cuaderno una vecina lleva la contabilidad.
“Ayer me gané cuatro manos y una línea, gane 80 dólares”, celebra Virginia, quien recibe un sueldo bajo de empleada pública.
Este callejón de paredes de casas coloridas y calle de arena, como en todo el pueblo, se va llenando con mesas y sillas plásticas desde las 4:00 p.m. En uno de los costados ya no hay espacio para más. Encima de una lavadora vieja y de pipotes para conservar agua, otras mujeres apoyan tablones donde colocan sus cartones de lotería.
Y en unos envases plásticos están las fichas usadas para marcar las figuras que van saliendo: la mayoría usa monedas de Venezuela, ya en desuso por la hiperinflación que pulverizó su valor. El bolívar quedó para el juego… el dólar es la apuesta.
“Esto (la lotería) tiene años aquí, años jugando”, dice Evelin Salazar, de unos 40 años, sin perder atención al grito de quien canta.
Evelin se pasea con facilidad por sus 10 cartones colocando una ficha aquí y otra allá, como si los conociera de memoria.
“Lo jugamos por diversión, para no estar sin hacer nada”, añade esta mujer, madre de cuatro niños. “Nosotros jugamos esto o béisbol, pelota”.
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Muchas de estas mujeres son amas de casa y llevan años sin salir de Los Roques. Incluso hay quien no conoce otro lugar.
“También jugamos bolas criollas (bochas)”, sigue Evelin, antes de interrumpir para no perder el ritmo del juego. “¿La vivienda salió Jenny?”, pregunta a una de sus compañeras.
Cantar las fichas, que sacan de una bolsa roja, es una tarea que se turnan las jugadoras. Y más de una sazona el ritual con una frase jocosa o un dicho popular.
“El que baila solo”, grita a todo gañote la encargada de dirigir la partida, una mujer embarazada. Y continúa: “el trompooooo”.
Y así… “El que da la horaaaa” - “El reloj”.
“Er de beber agua” - “El vaso”, responde alguien en el callejón.
“Cartera… sin plata”.
A veces, la política también se cuela, aunque no siempre: “el martillo… la Guardia Nacional”. En Venezuela se le dice martillo a la extorsión de funcionarios públicos.
“El avión… me voy pa’ Italia”, exclama una en referencia a un país muy presente en Los Roques, pues muchos empresarios de allá invirtieron en turismo en esta hermosa colección de islas de aguas cristalinas, bancos de arena blanca y arrecifes coralinos.
El archipiélago fue declarado parque nacional de Venezuela en 1972 para preservarlo. Y con el pasar de los años fue convirtiéndose en un exclusivo destino.
Estas partidas pasan generalmente inadvertidas para los turistas, que se hospedan en las posadas de Gran Roque y dedican cada segundo de su estadía a visitar los idílicos cayos.
“Dominó… la nube… la flor”, sigue el canto… Más de uno espera ansioso la ficha que le falta para ganar, cuando de repente otro sale y grita: “¡Lotería!”.
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