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Rutilio Grande, el beato salvadoreño que inspiró a un santo a luchar por la justicia social


Católicos participan en una misa en honor del sacerdote jesuita Rutilio Grande en San Salvador, El Salvador, 22 de febrero de 2020.
Católicos participan en una misa en honor del sacerdote jesuita Rutilio Grande en San Salvador, El Salvador, 22 de febrero de 2020.

Grande, asesinado en 1977 por el grupo paramilitar “escuadrones de la muerte” junto a otros miembros del clero, a quienes también canonizan, es considerado por la Iglesia católica como la inspiración del ahora santo salvadoreño Oscar Arnulfo Romero.

El Salvador se prepara para la beatificación de sus mártires, los sacerdotes Rutilio Grande, Manuel Solórzano, el joven Nelson Lemus, y el sacerdote italiano Cosme Spessotto, previsto para el sábado, 22 de enero. Todos fueron asesinados por los paramilitares “escuadrones de la muerte”.

El acto cobra especial importancia para la Iglesia del país por tratarse del segundo de este tipo realizado en El Salvador; el primero fue en 2015 cuando sucedió la beatificación de Oscar Arnulfo Romero, quien después fue canonizado.

Romero fue asesinado el 24 de marzo de 1980 durante la guerra civil en El Salvador.

Todos jugaron un papel importante por sus célebres prédicas en defensa de los derechos humanos y contra la violencia política que se vivía en ese país y que resultó en una persecución de sacerdotes y miembros de la Iglesia Católica.

Según el jesuita Rodolfo Cardenal, biógrafo de Grande y uno de los miembros del grupo que trabajó por la causa de su beatificación, la labor de Romero por el acompañamiento y defensa de los oprimidos en El Salvador surgió de la influencia del sacerdote jesuita Rutilio Grande.

El biógrafo explicó en una ponencia en 2019 en Roma cómo Romero sufrió "una conversión" después que el 12 de marzo de 1977 el padre Grande, Manuel Solórzano, de 72 años y Nelson Rutilio Lemus, de 16, fueron ametrallados por los paramilitares de los escuadrones de la muerte.

El asesinato de Grande marcó el inicio de la represión lanzada por el gobierno militar y encabezada por escuadrones de la muerte contra miembros de la Iglesia Católica que levantaron sus voces contra la injusticias sociales.

Inmediatamente después de los asesinatos, Romero acudió al templo donde reposaban los tres cadáveres y celebró una misa con los cuerpos presentes. Al día siguiente, declaró que no asistiría más a ningún compromiso con el Gobierno hasta que los crímenes fueran investigados.

La negativa por parte de las autoridades de realizar una investigación resultó en el alejamiento del arzobispo Romero de cualquier ceremonia de Estado en los siguientes tres años mientras estuvo al frente del arzobispado.

Les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡cese la represión!"
Monseñor Oscar Arnulfo Romero

Como arzobispo, Romero denunció en sus homilías las continuas violaciones a los derechos humanos contra los salvadoreños e hizo pública su solidaridad hacia las víctimas de la violencia política.

Un día antes de ser abatido el 23 de marzo de 1980, Romero clamó al ejército por un alto a la represión. "Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral nadie tiene que cumplirla (...). Les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡cese la represión!

“Haga patria, mate un cura”

La persecución de los prelados católicos y otros miembros de la Iglesia en El Salvador quedó de manifiesto en la infame oración “haga patria, mate un cura”. Ésta constituyó la sentencia de muerte de muchos de los mártires religiosos, como el caso de la masacre de los sacerdotes jesuitas y el sacerdote de origen italiano Cosme Spessotto.

Spessotto fue asesinado dentro de la Iglesia donde él oficiaba el 14 de junio de 1980, al igual que Grande, Romero y los otros mártires, fue ametrallado.

La sentencia, hecha pública a través de volantes y campos pagados en radios en todo el país a finales de los 70 y durante los 80, y por la que se responsabiliza a los escuadrones de la muerte, marca una pauta sobre el clima que rodeaba a los religiosos en el país centroamericano.

Rutilio Grande

Rutilio Grande, quien nació en el Paisnal, lugar donde también fue martirizado, era el último hijo de Salvador Grande y de Cristina García, quien murió cuando Rutilio tenía cuatro años.​

El asesinato de Rutilio Grande, marca el inicio de la represión lanzada por el gobierno militar y encabezada por escuadrones de la muerte contra miembros de la Iglesia Católica.
El asesinato de Rutilio Grande, marca el inicio de la represión lanzada por el gobierno militar y encabezada por escuadrones de la muerte contra miembros de la Iglesia Católica.

Al convertirse en sacerdote en su comunidad, fundó las Comunidades Eclesiales de Base y entrenó a los llamados “delegados de la palabra”, movimiento que no era visto con buenos ojos por los terratenientes de la época y algunos miembros conservadores de la Iglesia que atribuían al movimiento doctrinas socialistas, por lo que temían que terminara bajo el control de fuerzas políticas izquierdistas.

El padre Grande cuestionó en sus homilías al gobierno en turno por dirigir acciones destinadas a la persecución de los clérigos salvadoreños hasta silenciarlos, como el secuestro y luego expulsión del sacerdote de origen colombiano Mario Bernal Londoño.

Si se es en el país un pobre sacerdote o catequista de nuestra comunidad, se le calumniará, se le amenazará, se le sacará de noche en secreto..."
Rutilio Grande

“Si se es en el país un pobre sacerdote o catequista de nuestra comunidad, se le calumniará, se le amenazará, se le sacará de noche en secreto y es posible que le pongan una bomba. Ya ha pasado. Y si es extranjero, lo sacarán”, es parte del famoso sermón de Apopa, dado el 13 de febrero de 1977, por Grande.

Crónica de la beatificación

Casi 35 años después de su martirio, la labor de Rutilio Grande, ser la voz de los sin voz, es reconocida por la Iglesia Católica con su beatificación. De acuerdo con Monseñor José Luis Escobar Alas, arzobispo de San Salvador, en los próximos días la entidad que preside publicará la crónica del proceso de beatificación del padre Grande y sus compañeros mártires.

Alas confirmó que la ceremonia de beatificación seguirá las pautas de distanciamiento social debido a las restricciones del COVID-19 en el país, de ahí que será concelebrada “por 25 Obispos, 600 sacerdotes y asistirán a la celebración unas 5.000 personas”.

Arzobispo de San Salvador, monseñor José Luis Escobar Alas
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“La asistencia será limitada debido a las restricciones de bioseguridad. El distanciamiento social, sobre todo, nos obliga a esto. Pero toda la celebración será transmitida a través de la televisión católica y en cada templo parroquial”, explicó Alas.

El lugar de la ceremonia será la icónica plaza del Divino Salvador del Mundo. El templete que se montará para el evento además abarcará las calles aledañas de la plaza. La ceremonia será presidida por el cardenal Gregorio Rosa Chávez, en representación del papa Francisco.

El Vaticano dijo esta semana que con las beatificaciones, el Papa deseba "rendir homenaje a la Iglesia latinoamericana", comprometida con la defensa de los pobres y contra las injusticias sociales.

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