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Un turno de tarde


Su jefe y otro puertorriqueño son los únicos conocidos que perdió en los ataques.
Su jefe y otro puertorriqueño son los únicos conocidos que perdió en los ataques.

Juan, nombre supuesto, se jacta de haberse salvado de la tragedia de las torres gemelas, después de haber trabajado allí 14 años.

Juan, nombre ficticio de este dominicano, es reacio a hablar sobre el 11-S. Se salvó por fortuna, aunque él cree que es el destino. Trabajaba en mantenimiento en una de las Torres Gemelas desde el año 87. Sus clases de antropología no eran compatibles con su horario de 4.30 pm a 12.30, y llevaba tiempo pidiendo un cambio al turno de mañana.

Trabajaba en el piso 82, en el que días antes había tenido un sueño, cuenta. Como todos los sueños, o quizá, como todos los recuerdos, Juan relata una escena un tanto confusa, un anticipo de lo que fue el 11-S, en la que aparece un avión que le lanza una cuerda y le rescata. “¿Por qué no pasó eso?”, pregunta ahora, en una más de sus dudas y cuestionamientos que se replantea diez años después. Pero no hay respuesta.

Su hermana le llamó y le dijo que su jefe estaba apareciendo por televisión con la cara ensangrentada, que algo había pasado en su trabajo. Su jefe supervisaba el mantenimiento de una de las dos torres, desde el segundo piso. Él corrió rápido a ver las noticias y cuando empezó a entender viajó a la zona cero para prestar su ayuda. Después su jefe fallecería cuando le cayeron los cascotes encima, al quedarse en el espacio entre las dos torres, según recrea Juan, para intentar solucionar el problema.

Su jefe y otro puertorriqueño son los únicos conocidos que perdió en los ataques, todos sus compañeros todavía no habían entrado en su turno de trabajo cuando sucedieron los atentados. A los días Juan llamó a la oficina de desempleo. Pronto le comenzaron a llegar las ofertas.

“En esa época la Iglesia te daba $5.000 dólares, la empresa otros $5.000, los bancos te ofrecían tarjetas de crédito... y cuando llamé a la Oficina de Desempleo para anotarme me preguntaron que por qué, les dije que ya no había torre en la que trabajar, y me dijeron que me iban a reubicar. Poco después empecé a trabajar en la Universidad de Nueva York”.

Juan cree en Dios, y cree que fue él quien durante todo este tiempo le mantuvo alejado del turno de mañana que probablemente le hubiera costado la vida. Ahora pasea, sigue sus estudios de antropología y dedica su tiempo libre a la fotografía. De vez en cuando le gusta volver a la zona cero, recordar, y sacar algunas fotos.

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