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Venezolanas de zonas rurales improvisan "trapitos" para la higiene íntima


Railyn Gómez, venezolana de 25 años, cuenta a la VOA las precariedades de vivir en una zona rural. [Foto: VOA/Adriana Núñez Rabascall]
Railyn Gómez, venezolana de 25 años, cuenta a la VOA las precariedades de vivir en una zona rural. [Foto: VOA/Adriana Núñez Rabascall]

En algunas localidades apartadas, las mujeres no tienen acceso a productos de higiene íntima, por lo que se ven obligadas a ingeniar incómodas soluciones.

En Venezuela, la pobreza aleja a las mujeres que viven en zonas rurales de una adecuada higiene y salud menstrual, no sólo por el costo de los artículos, sino por el difícil acceso a comercios.

Durante los últimos dos años, Karla Hernández ha tenido que improvisar soluciones artesanales cuando le viene la menstruación.

"Me ha venido el período y no tengo comida en mi casa y prefiero comprar la comida (...) Es más importante que las toallitas", cuenta esta venezolana de 32 años con algo de timidez.

Es madre de tres niños y vive en una comunidad rural de Caracas, a 45 minutos del centro urbano. Actualmente desempleada, los pocos ingresos que genera la familia no alcanzan para atender su higiene íntima.

Admite que los llamados "trapitos" generan incomodidad. "Me pongo de mal humor. A veces, hasta me he irritado", acota.

En el país petrolero, el paquete más barato de 10 toallas sanitarias cuesta un dólar, lo mismo que vale un paquete de harina o arroz, y aunque pueda parecer poco, el precio es inalcanzable para un 76% de la población que está en pobreza extrema, según la Encuesta de Condiciones de Vida, elaborada por la Universidad Católica Andrés Bello.

Railyn Gómez ha visto cómo sus vecinas usan la misma técnica que Karla, pero ella prefiere pedir dinero prestado antes que recurrir a telas o papel higiénico durante la menstruación.

"Hay mujeres que se ponen papel, trapos y cosas, pero eso lastima”, comenta Railyn Gómez, de 25 años.

Para ella, el problema más grave, cuando está en sus días, es otro: no tener acceso a agua por tuberías. El agua que almacena en su casa la extrae de pozos o manantiales cercanos.

"A veces no puedo salir, porque no tengo agua. Me hago mi higiene en la mañana, cosa de no gastar tanta agua, porque no tengo”, explica Gómez.

El Observatorio Venezolano de la Mujer Rural califica estas precariedades como pobreza menstrual.

"No tienen acceso económico a comprar los calmantes cuando tienen dolores de vientre. Si se les presenta una emergencia a media noche o tarde en la noche no tienen una farmacia al lado, ni a la cuadra; la tienen a 40 minutos y no hay transporte", alerta Jeanette Moreno, coordinadora del observatorio.

El Observatorio ha conversado con unas 419 mujeres de vecindarios rurales, quienes confiesan que alivian los dolores menstruales con infusiones de hierbas o bolsas de agua caliente, ante la imposibilidad de pagar por medicinas.

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